29 marzo, 2013

Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.

Salmo de la Noche

Aún tenía en los labios el sabor de la copa, y el aliento llevaba el olor del pan fresco.
Aún se oía la voz de la llamada a la amistad y tus manos estaban aún mojadas del agua del caldero.
Aún sentías el calor del amigo que se acercaba descansando su dolor y pena sobre tu pecho.
Aún llevaban tus oídos el ruido del portazo que Judas, el traidor, dio con rabia y despecho.
Aún sonaban los salmos junto a la mesa sin recoger y la última vela poco a poco se consumía en su fuego.
Era la noche. La noche del pan partido y la copa pasada de mano en mano, de boca en boca, en signo de un recuerdo.
Era la noche de la traición. Era la noche, tu noche obscura, sin luna, sin estrella. Noche en tu huerto.
Era la noche de sentirte solo en soledad y angustia. Solo ante Dios y el hombre como si fuera un reto.
Era la noche larga como un túnel sin salida, la noche, como aquella, aún más noche, de la salida del pueblo.
Era la noche de tu negra noche de abandono y tristeza al sentirte solo, solo en soledad sin apoyos, sin atuendos.
Era la noche de quedarse lejos, sin los tuyos, orando al Padre, sin perder la vista a ellos.
Era la noche, Señor del alba, Señor del hombre, donde tu rostro humano sintió la frialdad del suelo.
Señor Jesús, yo creo en ti, doliente hasta la muerte, en lucha con el trago, en lucha abierta hasta beberlo.
Yo creo en ti, sudando sangre y muerto de tristeza, temblando el corazón y lleno de dolor y miedo.
Yo creo en ti, varón de dolores, hombre entre los hombres, luchando con la muerte, porque tú eres vida en sendero para entregarla a los hombres que caminan solitarios sin saber por qué, ni para qué, ni a dónde. Solos sin remedio.
Yo creo en ti, abierto tu corazón al Padre, hecho grito pidiendo que el imposible se haga posible, se haga cierto.
Yo creo en tu corazón abierto a la voluntad del Padre, porque en tu vida su plan sobre ti es tu proyecto.
Yo creo en ti en lucha con la muerte, la condena, porque eres fiel en obediencia, como un manso cordero.
Yo creo en ti, corazón dolorido por el amor al hombre, porque tú has abierto la a puertas de tu casa al mundo entero.
Señor Jesús, quiero hacer silencio ante tu llanto y grito.
Quiero hacer silencio ante el cansancio de tu silencio.
Quiero acercarme a ti y palpar tu cuerpo dolorido.
Quiero ponerme a tu lado y hacer oración en tu misterio.
Quiero decir contigo: Si es posible Padre, si es posible, que pase este trago, que sabe a hiel y es duro y seco.
Quiero decir contigo: Padre, que se haga tu voluntad, y no la mía. Porque tú eres, Padre, primero.
Señor Jesús, enséñame a orar la vida, orar la sangre, orar la crisis, orar en la tentación, orar que es riesgo querer beber el cáliz amargo, cuando uno solo, sin fuerzas, sin luz, sin nadie, en noche, quiere beberlo.
Señor Jesús, Señor de la noche eterna y salvadora, Señor obediente hasta la muerte, con amor sincero.
Tú eres Señor del alba, Señor de la mañana, danos tu luz cuando la noche nos vuelve ciegos.
Emilio Mazariegos

03 marzo, 2013

El Señor es compasivo y misericordioso


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 13, 1-9
En una ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús le contestó:
— ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Y les dijo esta parábola:
—Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?” Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.
Palabra del Señor

Las lecturas de este domingo III de cuaresma remarcan cosas que el cristiano, ya sabe. La primera lectura nos recuerda que nuestro Dios, el Dios al que adoramos, no es un Dios ajeno a los problemas del hombre. Es un Dios cercano, capaz de habitar en medio de su pueblo, como cuando los guía en la nube atravesando el desierto, o en el mismo desierto les envía el maná para que coman. En la segunda lectura, San Pablo nos exhorta a no confiarnos y a seguir luchando con todas nuestras fuerzas, sus palabras siguen teniendo eco en nosotros, no basta con estar bautizados, con haber recibido al Señor sacramentado, es imprescindible, seguir luchando, para alcanzar la gloria. 
Señor Jesús, aunque los hechos apunten a que sería mejor cortar mi vida, ya ves, apenas doy frutos y ocupo un espacio importante, ten paciencia conmigo. Gracias por tus atenciones, por aquellos pequeños gestos que denotan tu deferencia para conmigo. Gracias de un modo especial por el sacramento de la reconciliación, en él descubro cada día que, de verdad, eres compasivo y misericordioso. Ayúdame Señor bueno, a estar siempre alerta, siempre atento a tu voz, que me indica el camino que han de recorrer mis pasos.