28 enero, 2012

Alegre la mañana que nos habla de Ti

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.
Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría,
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia;
silabeas el alba igual que una palabra;
tú pronuncias el mar como sentencia.
Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.
Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas;
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.
¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven, en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío! Amén.

Liturgia de las Horas.
Himno de Laudes Domingo IV Semana

22 enero, 2012

Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
- Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.
Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
- Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor


De una forma repetitiva y a la vez siempre diferente, el Señor va llamando a sus elegidos. La llamada parte de la iniciativa de Dios que llama y espera la respuesta generosa del llamado. Así sucede en la primera lectura de este tercer domingo del tiempo Ordinario. El Señor llama a Jonás y le pide que vaya a Nínive para advertirles que la ciudad será destruída. Así sucede en el Evangelio donde el Señor llama a dos pescadores, Simón y su hermano Andrés: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Y ellos dejan todo y lo siguen. No miran atrás, no piensan en lo que dejan. Jesús, acaba de expropiarles sus vidas, acaba de cambiárselas para siempre. No sé hasta qué punto son conscientes del cambio que se avecina para ellos, pero sin dudar, sin poner peros ni dimes ni diretes, dejan las redes, dejan su vida y le siguen. 

¡Domine ut videam!, ¡Señor, que vea!, que vea el camino que han de recorrer mis pasos, el camino que tu misericordia infinita trazó, desde antes de ser concebido en el vientre de mi madre, para mí. Ayúdame a ser generoso, a no pensar en lo que dejo sino más bien a pensar en lo que se me avecina. A veces, cual chiquillo atolondrado, me escapo de tu mano, y pienso que no me ves, y hago planes lejos de Ti. Enseñame a dejarme expropiar mi vida por Ti. A renunciar a mis seguridades, para seguirte a Ti, que no tienes donde reposar la cabeza. A alejarme de mi tierra, de mi familia, de mis amigos, para encontrarme contigo en la soledad de la noche de mi vida, en el amanecer de esa vida nueva que Tú me ofreces. Como María, sólo puedo decirte: Aquí está el esclavo del Señor, que se haga en mí, según tu voluntad.  

15 enero, 2012

Maestro ¿dónde vives?


En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
- Este es el cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús, Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les pregunto:
- ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
- Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
- Venid y lo veréis
Entonces fueron, vieron donde vivían y se quedaron aquel día, serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
- Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
- Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).
Juan 1, 35-42



Muchas veces, vemos que Jeśus se hace el encontradizo. Se hizo el encontradizo con estos dos discípulos, Juan y Andrés; se hizo el encontradizo con Zaqueo, como en este evangelio, pasaba por allí; con aquel ciego del camino al que le devuelve la vista: -¿Que quieres? - Señor que vea; se hace el encontradizo con los discípulos, que atemorizados, huyen de Jerusalen con destino a Emaús. Personalmente, me encanta estos gestos de delicadeza de Jesús. Pasaba por allí, pareciera que por casualidad, pero yo tengo para mí, que no. Que nada fue casual, que siempre fue buscando al hombre para salvarlo. 
¿Qué tendrá la mirada de Jesús? Que Juan, el evangelista de los grandes discursos y de las pequeñas confidencias, el afortunado que reposa su cabeza en el pecho del Señor, de aquel día, muchos años después sólo recuerda la hora, las cuatro de la tarde. La mirada de Aquel que era el Cordero de Dios, sustituyó con creces cualquier discurso o cualquier confidencia. - Maestro ¿donde vives?, - Venid y lo veréis. ¿Como serían las palabras, los gestos, las miradas de Jesús? Si sólo con una frase: Venid y lo veréis, ellos siguen a Jesús y no sólo se contentan con seguirlo sino que además comienzan el apostolado. Andrés busca a su hermano, Simón Pedro, para comunicarle la gran noticia: Hemos encontrado al Mesías. Y lo lleva a Jesús. Otro gesto más para la reflexión. Hay un himno de la liturgia de las horas que recoge ese momento:

Muchas veces, Señor, a la hora décima
-sobremesa en sosiego-,

recuerdo que, a esa hora, a Juan y a Andrés

les saliste al encuentro.

Ansiosos caminaron tras de tí...

"¿Qué buscáis...?" Les miraste. Hubo silencio.

El cielo de las cuatro de la tarde
halló en las aguas del Jordán su espejo,
y el río se hizo más azul de pronto,
¡el río se hizo cielo!
"Rabbí -hablaron los dos-, ¿en dónde moras?"
"Venid, y lo veréis". Fueron, y vieron...

"Señor, ¿en dónde vives?"
"Ven, y verás". Y yo te sigo y siento
que estás... ¡en todas parte!,
¡Y que es tan fácil ser tu compañero!

Al sol de la hora décima, lo mismo,
que a Juan y a Andrés
-es Juan quien da fe de ello-,
lo mismo, cada vez que yo te busco,
Señor, ¡sal a mi encuentro!

Señor, ¡sal a mi encuentro!, como el ciego del camino, abre mis ojos para descubrirte en todas partes. Señor, ¡sal a mi encuentro! invítame a seguirte, enséñame que es fácil ser tu compañero, porque Tú lo haces todo. 
Hoy Señor, consciente de mi debilidad, de mi pequeñez, casi me atrevo a decirte que tendrás que insistir me para que te acompañe, porque temo que te vergüences de que te vean caminando junto a mí. Tú tan bueno y yo... yo, Señor, tan inútil. A Pedro, es su hermano Andrés, quien lo lleva a Ti, con tu permiso voy a pedirle a María, nuestra madre, que me acerque hasta Ti.

13 enero, 2012

Así te necesito...



Así: te necesito
de carne y hueso.
Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.
Mas el frío conturba en los abismos,
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!
Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, el resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano,
fraterno.
Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y —Judas sin traición— darte mi beso.
Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!

01 enero, 2012

El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz

Esta es la bendición que usan los judíos y que dictó Dios a Moisés. Que el Señor te bendiga y proteja. Que ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que se fije en ti y te conceda la paz. No necesitamos mucho más. La bendición de Dios, la visión de su rostro y su favor, su cuidado y su paz. Todos estos dones, es María, su madre y madre nuestra quien los atrae para nosotros. 
En  sus manos de madre, ponemos los 366 días que nos separan hasta el próximo 1 de enero de 2013. En sus ojos misericordiosos confiamos todas nuestras preocupaciones y dolores. En Ella nos fijamos para dar gracias a Dios, como ella, por todas las cosas buenas que sucederán en este 2012.
Feliz 2012