22 enero, 2012

Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
- Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.
Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
- Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor


De una forma repetitiva y a la vez siempre diferente, el Señor va llamando a sus elegidos. La llamada parte de la iniciativa de Dios que llama y espera la respuesta generosa del llamado. Así sucede en la primera lectura de este tercer domingo del tiempo Ordinario. El Señor llama a Jonás y le pide que vaya a Nínive para advertirles que la ciudad será destruída. Así sucede en el Evangelio donde el Señor llama a dos pescadores, Simón y su hermano Andrés: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Y ellos dejan todo y lo siguen. No miran atrás, no piensan en lo que dejan. Jesús, acaba de expropiarles sus vidas, acaba de cambiárselas para siempre. No sé hasta qué punto son conscientes del cambio que se avecina para ellos, pero sin dudar, sin poner peros ni dimes ni diretes, dejan las redes, dejan su vida y le siguen. 

¡Domine ut videam!, ¡Señor, que vea!, que vea el camino que han de recorrer mis pasos, el camino que tu misericordia infinita trazó, desde antes de ser concebido en el vientre de mi madre, para mí. Ayúdame a ser generoso, a no pensar en lo que dejo sino más bien a pensar en lo que se me avecina. A veces, cual chiquillo atolondrado, me escapo de tu mano, y pienso que no me ves, y hago planes lejos de Ti. Enseñame a dejarme expropiar mi vida por Ti. A renunciar a mis seguridades, para seguirte a Ti, que no tienes donde reposar la cabeza. A alejarme de mi tierra, de mi familia, de mis amigos, para encontrarme contigo en la soledad de la noche de mi vida, en el amanecer de esa vida nueva que Tú me ofreces. Como María, sólo puedo decirte: Aquí está el esclavo del Señor, que se haga en mí, según tu voluntad.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario