ALABAD AL SEÑOR QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel.
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
En aquel tiempo, al salir Jesús de la Sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
-Todo el mundo te busca.
Él les respondió:
- Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.
Palabra del Señor
Me ha gustado el salmo responsorial de la misa de hoy. Muy apropiado para nuestro tiempo. Hay tantos corazones rotos, tantos corazones desgarrados buscando quien los cure sin acercarse a Dios. El salmo es claro: Dios sana los corazones destrozados, sólo Él venda sus heridas.
Siguiendo con la misma tónica, el evangelio nos habla de la curación física de muchos enfermos. Sólo Dios puede curar las enfermedades físicas y del alma. En nuestro mundo, nos falta la humildad para reconocer a Dios el poder infinito de curar las enfermedades del alma.
Señor Jesús, coge mi mano y sana mi corazón enfermo. Como entonces, también pongo ante Ti todos mis males esperando de tu misericordia su sanación. Enséñame a confiar en Ti. Enséñame que la consecuencia del agradecimiento debe ser el servicio. Gracias, Señor, por tantas y tantas cosas como cada día me proporcionas. Ayúdame a entregarme cada día más a Ti de manera generosa, sin esperar nada a cambio.
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