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Benedicto XVI con la casulla rosa del domingo gaudete |
Como un respiro, en medio de este tiempo penitencial, aparece la exhortación a la alegría en la antífona de entrada de este tercer domingo del adviento. Domingo gaudete. Y parece, cuando menos inapropiada dicha exhortación. Estad alegres, dice la antífona ¿con la que está cayendo? Con la prima de riesgo desbordada, con cinco millones de parados, con una crisis espiritual y económica como nunca antes se vivió... y San Pablo invitándonos a la alegría. ¿Puede haber alegría con semejantes datos sobre nuestra vida?
Pues la respuesta es SÍ. El mismo San Pablo nos lo aclara: El Señor está cerca. Y ante tamaña realidad no cabe otra actitud que la alegría. Alegría del pobre que sabe que se acerca el fin de su pobreza. Alegría del hambriento ante la proximidad del que le trae la comida. Alegría del sediento que sabe cercano el pozo.
Apenas quedan dos semanas para Navidad. Vuela ahora mi imaginación a Nazaret, junto a María. Ella intuye que muy pronto verá la cara de Dios hecho hombre, ¿como será? Llevará, sin duda alguna, sus rasgos. ¿Qué le dirá María a su Dios hecho carne en sus entrañas? ¿Qué conversaciones tendrán entre ambos?
Señora Santa María, Señora del Adviento, enseñanos a esperar a Cristo, como Tú lo esperaste alegres y bien dispuestos. Enseñanos a combatir el tedio y el aburrimiento, transforma nuestra espera en esperanza. Nuestros miedos en seguridades. Transforma nuestra vida, dura y fría, en cálida cuna para acoger a Jesús. Como Tú, Madre nuestra, queremos tener la misma ilusión, queremos acercarnos, a ti, para exclamar como Isabel "Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá". Santa María, Virgen de la Esperanza, llévanos a Jesús.
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