El sagrario abierto y vacío. El altar desnudo. Y esa cruz. Esa cruz que preside hoy todo nos hablan de ausencia. Y no de una ausencia cualquiera, de Tu ausencia. De la falta del Maestro bueno. Todo se ha acabado hemos pensado más de uno al verte entregar tu alma al Padre. Atrás han quedado sueños, ilusiones y proyectos. Sólo nos queda esta sensación de, como el sagrario, vacío. ¡¡Qué fría está hoy tu iglesia!!. Esa que ha sido testigo de tantas confidencias mudas, de tantos secretos compartidos. Ahora no queda nada. Todos te hemos abandonado. También yo, mi buen Jesús, te he abandonado. Perdóname. No me lo tengas en cuenta. Y como al buen ladrón, prométeme que también estaré contigo en el paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario