Hoy no quiero llamarte maestro,
aunque tanto aprendo de ti.
Ni tratarte de Señor,
aunque tu amor sea mi ley.
No quiero nombrarte con títulos sonoros,
llenos de importancias y promesas.
Solo quiero llamarte amigo.
Digo amigo,
con la necesidad
de quien sabe
que solo no llegará lejos.
Con la intensidad
de quien quiere compartir
tiempo, corazón y vida.
Amigo para llorar las penas
y celebrar las fiestas,
para acallar los ruidos
y serenar los miedos.
Para pelear, hombro con hombro,
las batallas justas.
Y si ves que te fallo,
dímelo,
pues en tu abrazo,
aprenderé.
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